A veces, cuando uno anda desprevenido por la calle, pensando en la cuadratura del círculo y la inmortalidad del cangrejo, como decía reiteradamente un viejo profesor de mi escuela de Comunicación Social, en la ULA, Táchira, algunas cosas lo sacan violentamente del ensimismamiento y se le presentan como una especie de alegoría, como un signo que se manifiesta para darnos luces sobre una verdad.
Así me pasó hace pocos días cuando distraído por una calle de Maracaibo, algo hizo que despegara los ojos de la pequeña pantalla del teléfono para tropezarme con ese muñón tricolor que se yergue en alguna esquina de la ciudad.
El mutilado tronco de árbol, cuyo grosor es testimonio de que la planta vivió mejores tiempos y de que en alguna época más afortunada brindó su frondosa sombra a quien se quisiera proteger del sol, parece representar con fidelidad lo que ha pasado con Venezuela en…
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