El autobús desde La Boca nos deja en cualquier punto indeterminado del paseo de Recoleta. En realidad, no es que nos importe mucho conocer las coordenadas exactas de dónde nos encontramos, solo con caminar y disfrutar de la arquitectura y las plazas y parques de la zona ya uno siente el espíritu pleno y el viaje justificado.
Sin tener muy claro de hacia dónde dirigirnos, vagamos por el área de Recoleta, en Retiro. Uno de los tantos hoteles lujosos de la zona nos llama la atención y un taxista que conversa con dos compañeros mientras esperan clientes, nos cuenta que, originalmente, toda la manzana en la que se encuentra el hotel era la casa de una de las tantas familias adineradas de la zona, quienes dividieron la propiedad dejando la mitad como su residencia y la otra mitad para el lujoso hotel. Se trata del Palacio Duhau, en la avenida Alvear donde actualmente se encuentra el hotel Park Hyatt uno de los diez mejores hoteles del mundo.
No me queda muy claro y el taxista no termina de aclararme si la edificación que está junto al hotel es en la actualidad la residencia de la familia Duhau y entre las bromas acerca de Chávez y Cristina y las indicaciones sobre cómo llegar a la calle Arroyo, no terminamos de descifrar el punto.
Caminar por la calle Retiro es sentirse en París. Junto al Park Hyatt, está la Nunciatura Apostólica, ambos edificios de evidente estilo francés como lo es la propia embajada de Francia y la de Brasil, que se encuentran por la zona, la casa de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y muchos otros edificios de Buenos Aires que recrean el academicismo francés.
En Retiro, por Recoleta se encuentran muchas de las sedes de las embajadas y recorriendo sus calles se ven lujosas tiendas y exclusivos cafés y restaurantes. Husmeando entre las puertas y rejas de las edificaciones de la zona uno puede descubrir hermosas fuentes, patios y esculturas, como la réplica de la Victoria de Samotracia que se distingue en un patio central, tras las rejas de entrada de un conjunto residencial.
El antiguo palacio Ortiz Basualdo es actualmente la embajada de Francia y el viejo palacio Pereda es la sede diplomática de Brasil. Ambas sedes se encuentran en las adyacencias del monumento a Carlos Pellegrini una bella plaza circular ubicada en Retiro.
Siguiendo las indicaciones del taxista, caminamos en pos de la calle Arroyo, una calle que cuenta con unas dos cuadras llenas de galerías de arte. Es una zona tranquila y cuna de las galerías de Buenos Aires. Esas dos cuadras conforman un interesante circuito de artes plásticas.
Asomados contemplando unas pinturas de uno perros en un extraño estilo realista y de unos seres gigantes, desproporcionados con respecto a su entorno que nos llaman la atención tras el cristal de una vitrina y asombrados con la escalera de vidrio de la galería, nos sorprende la encargada y nos invita a pasar.
Ella se encuentra atareada con los últimos rótulos de los cuadros en la mano. Pasa de las dos de la tarde y esa noche inaugura la muestra de Darío Zana, un inquietante pintor realista que hace unos cuadros en los que las (des)proporciones de los personajes con su entorno logran descolocarlo a uno y lo inducen a buscar historias y significados más allá de lo aparente.
La galería de arte se llama Holz arte&más, y la chica nos cuenta que Zana, un joven artista argentino, lleva unos cuantos años montando sus exposiciones allí. En esta oportunidad, la muestra se llama MUNDO ENANO, unas imágenes realistas con toques oníricos en las que Darío juega a sus anchas con las escalas, valiéndose de personas, muñecos, perros, mesas, barcos o cualquier objeto que le permita mostrarnos un interesante mundo de (des)proporciones inquietantes.
-Esta es una nueva etapa de Darío –dice la galerista-. Con este trabajo se distancia un poco de sus inicios con el birome, con el que conseguía dibujos realistas imposibles de creer.
La chica corre a buscar en el computador las imágenes de las obras de Zana hechas con bolígrafo sobre tela y, de verdad, es imposible creer que lo que uno está observando haya salido de un instrumento tan cotidiano y utilitario como un bolígrafo.
La galerista muy amablemente nos da unos catálogos de las obras de Darío Zana y nos invita a acercarnos en la noche para tomar una copa de champán en la inauguración de la exposición. Agradecemos su amabilidad y la invitación, pero le explicamos que estamos de paso y, como el día ha clareado, nos gustaría visitar Tigre hoy mismo, no vaya a ser que al día siguiente la lluvia no nos lo permita.
Unos cuantos metros más abajo, al final de la calle Arroyo, donde se une con Suipacha, y vía a la estación de trenes de Retiro, en una esquina, nos encontramos con la Plaza de la Memoria o de la Embajada de Israel, un espacio dedicado desde 2010 a conmemorar el terrible atentado terrorista perpetrado contra la casa diplomática y que cobrara la vida de 19 personas y dejara 242 personas heridas.
En la pared de fondo, como si de una instalación arquitectónica se tratara, se ven los rastros de los muros de lo que fue la embajada y en lo que ahora es zona para la meditación y el reposo, han sembrado dos hileras de árboles de tilo que recuerdan a cada una de las víctimas fatales del siniestro atentado de 1992 y en un muro de la construcción original pone:
PLAZA EMBAJADA DE ISRAEL
EN MEMORIA DE LAS VICTIMAS DEL ATENTADO
A las dos y 42 minutos de la tarde del 17 de marzo del 92, un furgón Ford F-100 cargado de explosivos fue estrellado, en el atentado suicida, contra la edificación de la embajada, dejando el trágico saldo y daños en los edificios cercanos como la Iglesia Mater Admirábilis que está al frente y el Colegio Adjunto.
Dos mujeres amenamente conversando pasan a mi lado y apresuro el paso para pedirles que, por favor, me indiquen cómo llegar a la estación del tren.
-Vente con nosotras que vamos justo por esa zona.
Así lo hacemos, las seguimos y como a ratos nos quedamos rezagados contemplando la ciudad y tomando fotos, de vez en cuando nos toca apresurar el paso para que las mujeres, que parecen haberse olvidado por completo de que Cristian y yo las seguimos para que nos guíen, no nos dejen botados.
-Acuérdense que vamos tras ustedes para que nos digan dónde está la estación –les digo-. Si se les olvida y no nos indican a tiempo, llegaremos hasta la casa de ustedes.
Las mujeres ríen y dicen que de ser así nos invitarían un mate.
-No te preocupés, todavía falta un poco –dijo una de ellas, y continuó su conversa con la amiga.
Al llegar a una inmensa construcción de estilo academicista francés también, las mujeres nos indican que ya estamos en la estación. Piensan un momento y deciden guiarnos hasta el lugar mismo de la taquilla donde debemos comprar el boleto para tomar el tren que nos llevará a Tigre. Su amabilidad llegó al punto de que, una vez que compramos dos boletos por 2 pesos cada uno, nos acompañaron hasta el propio anden donde ya estaba a punto de partir el tren.
Cristian y yo nos ubicamos en asientos separados. Al poco rato, el tren a Tigre arranca. Un viejo aparato que, no sé por qué motivo va super lento. El trayecto de 32 kilómetros que separan la estación de Retiro del terminal de Tigre lo hace en cerca de 50 minutos.
En el vagón conversamos con quienes van frente a nosotros. Una señora nos pregunta que hacia dónde vamos y le contamos que a conocer Tigre. “Es un paseo muy bonito, dice la señora, les va a gustar”.
Les comento acerca de la experiencia en La Boca y la señora baja la voz para decirme que a ella no le gusta, que esa pobreza no le parece turística. Su marido le susurra algo al oído y la señora me mira y sonríe. Aún con la voz baja, como si temiera ser escuchada por otros, me dice:
-El dice que si querés ver pobreza, que vayás a La Cava.
La Cava es una de las llamadas villas miseria de Argentina, barriadas marginales donde viven los más pobres de Buenos Aires y La Cava es una de las más grandes y peligrosas.
-Buenos Aires se ha puesto muy peligroso –sigue susurrando la doñita- . Nosotros, como nos jubilamos, vivimos retirados, pero cuando vamos al centro, vamos con mucho cuidado. Yo esto (se señala los zarcillos de oro) ni pienso usarlos en la ciudad. Y donde vivimos nos hemos organizado porque, aunque está retirado, ya ha habido casos de robos. Todos tenemos un silbato y si notamos algo extraño, lo sonamos para alertar a los vecinos. Así hemos controlado los robos en nuestro barrio.
El matrimonio desciende al rato de estar andando en una de las estaciones. El tren continúa su lento recorrido. Unas maestras que acaban de subir van pendientes de un grupo de estudiantes que están a su cargo. Se trata de adolescentes con capacidades especiales que no paran de parlotear, reír y jugar. A nuestro lado se sienta uno que no para de hurgarse la nariz con el dedo índice mientras conversa con la maestra y, de vez en cuando reprende a sus compañeros que están un poco más lejos.
-¡A ver, a ver, la risita la dejan en la casa! Les grita mientras hace pelotitas con los mocos, los sacude y vuelve el dedo a la fosa nasal.
Al poco rato se levanta y va decidido a reprender a los compañeros revoltosos. Afuera la tarde sigue soleada, una que otra nube se aparece en el paisaje pero todo parece indicar que lograremos hacer el paseo por Tigre.
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