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XII Velada de Santa Lucía ¿Llegó la hora de revisión?

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Sentimientos encontrados me dejó la XII Velada de Santa Lucía en Maracaibo. Una sensación de decepción y alegría se mezclaban en mi mientras hacía el recorrido por la casas de la calle 2 de la popular y tradicional barriada, moradas de maracuchos que como cada año, desde hace 12, se convierten en galerías de arte durante un fin de semana.

La decepción me la produjo la poca originalidad de la mayoría de los trabajos presentados, así como la escasez de obras y artistas que, me pareció, había en comparación con años anteriores. Fue como si la creatividad, originalidad y producción de la muestra hubiera decaído de manera directamente proporcional al aumento y proliferación de ventas de comidas, “artesanías”, bisuterías y bebidas alcohólicas.

Yo soy de los que defiende la presencia de estos puestos de ventas en la Velada porque me parece que son una manera de que la gente que vive en Santa Lucía pueda recibir una recompensa por las posibles molestias que les pueda generar la celebración todos los años del evento y más porque, como es evidente, la barriada es habitada en su mayoría por personas de escasos recursos económicos que ven en la Velada una oportunidad de que entre a sus hogares un dinero extra que nunca estaría de más.

Pero la proliferación de stands de ventas debe ser controlada y regulada para que la Velada no termine convertida en un mercadillo callejero más que en un lugar de encuentro con el arte y los artistas. Especialmente debe ser controlada la venta de bebidas alcohólicas pues, de seguir así, la actividad degenerará en un templete plagado de borrachos con las consecuencias que esto puede traer en una aglomeración de cientos de personas.

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La Velada de Santa Lucía se ha convertido con el paso de los años en una actividad donde la gente va a ver y dejarse ver. Cada año que asisto, noto que la concurrencia es más abundante lo cual puede ser muy bueno, porque el evento se masifica y llega a más cantidad de personas. O muy malo, porque empieza a perder su sentido original de evento underground y alternativo para terminar siendo un acto meramente comercial. Estas son variables que tendrán que tener muy en cuenta sus organizadores para futuras ediciones si no quieren arriesgar la calidad por la cantidad.

La alegría me la produjo el encuentro con amigos. El compartir con gente a la que prácticamente veo una vez al año, durante la cita obligada de la Velada. Además, fue grato conseguir y compartir con la empedraeña Ivette Franchi, la chef de la zulianidad, la de los platos callejeros, quien celebró su cumpleaños en pleno bulevar del arte invitando a todos los presentes a degustar su exquisito hervido de res, realizado por su tropa, sin químicos, a la leña y completamente desgrasado. Una verdadera delicia al paladar y reponedora de energías.

La fiesta del arte en Santa Lucía sigue manteniendo su encanto. La magia que produce ver las viviendas convertidas en salas de arte sin dejar de tener su esencia de morada de seres humanos sigue produciéndome una especie de sorpresa que invade todos los sentidos. La vista se llena del arte, así como de la vida cotidiana de los moradores. El oído registra la algarabía de los asistentes y el trasteo propio de las viviendas. El olfato se sorprende con el olor de la gente, de los fogones, de las comidas y la piel se sorprende con el calor característico del clima de la ciudad y el emanado del cariño y la agradable atención de los propietarios de las casas.

Pero la magia no acaba en las casas. Al salir de una vivienda para ir a otra, uno puede ser sorprendido por un mimo, por danza, por comediantes y teatreros, por músicos que le dan esa connotación de evento multidisciplinario, variado,  y entretenido que combina agradablemente las artes plásticas, con las escénicas y las multimedia.

La connotación que toman las obras de artes al ser sacadas de las frías paredes de un museo para exhibirlas en las salas y habitaciones de las viviendas de Santa Lucía o en sus paredes externas en fachadas y azoteas,  nunca dejará de sorprenderme. Es como una forma de desacralizar el arte y acercarlo a la gente. Es vivir con y dentro del arte, aunque sólo sea por dos días.  Es toda una experiencia que espero se mantenga por muchos años con las debidas correcciones y consideraciones que tendrán que tomar y asumir para que el evento no  pierda su esencia. A lo mejor, luego de doce ediciones de la Velada de Santa Lucía, se hace necesaria una revisión de los objetivos que se persiguen para encausarla, una vez más, por sus orígenes.

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