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Archivo mensual: julio 2012

«Sospechosos habituales»

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No, no voy a escribir de cine. Este post no se trata de una tardía reseña o crítica sobre la película de Bryan SingerThe Usual Suspects” estrenada en 1995. Voy a relatar única y exclusivamente lo que los venezolanos vivimos cotidianamente en este país que ya cuenta los casi 14 años de “revolución bonita”.

En Venezuela nos hemos ido paulatinamente acostumbrando a dejar de ser ciudadanos para convertirnos en “sospechosos”, potenciales delincuentes, personas que tenemos que a diario demostrar ante el sistema de gobierno que somos inocentes, porque el lema en la Venezuela del Socialismo del Siglo XXI pareciera ser que todos somos culpables hasta que demostremos lo contrario, si es que podemos.

Así, el simple hecho de ir a comprar leche a un supermercado puede volverse en su contra. Si en lugar de comprar un paquete de leche usted pretende llevar 2, automáticamente, pasa a ser sospechoso de acaparamiento y especulación y al llegar a la caja, el sistema disparará una especie de alarma que le indicará al cajero que usted puede solo llevar un paquete. Nada de dos para después enriquecerse vendiendo el otro por el doble de su costo.

Lo de la leche es un ejemplo que cualquiera de nosotros puede haber sufrido en carne propia. Pero también está Cadivi yo diría que uno de los mayores generadores de sospechosos en el país.

Es tal la cantidad de normas y trabas que los venezolanos tenemos que sortear cuando vamos a viajar al exterior para tener derecho a 2 mil quinientos dólares para compra con tarjeta de crédito, 500 en efectivo y 400 para compras por internet que uno llega a dudar si en realidad no será que uno es un verdadero delincuente en estado de negación y es por eso que el Estado se ve obligado a ponerle un montón de conchitas de mango para ver en qué momento uno se resbala y comete el delito.

Las cantidades anteriores, como sabemos, son el monto máximo al que podemos aspirar y que Cadivi nos concederá como una “gracia” para viajes de un mes o más. Si el tiempo de estadía en el exterior es menor, igualmente lo serán las divisas otorgadas. Pero sea cual sea la cantidad que el régimen le “conceda”, siempre tendrá un lapso de unos 90 días para hacer una declaración jurada en la que explique que utilizó esas divisas para viajar y no para “enriquecerte” con ellas. Y el régimen siempre se reserva la posibilidad de llamarlo a comparecer ante la administración de las divisas para que demuestre, con todos los recibos y facturas en mano, que utilizó esas divisas de manera honesta, so pena de, si parece sospechoso, ser suspendido y bloqueado. O sea, olvídese de solicitar más divisas y espere a ver cuál será su castigo.

Pues bien. En este proceso de consolidación del socialismo y la revolución que nos iguala a todos (a unos más que a otros, en verdad) en la sospecha, el régimen se ideó un mecanismo para “controlar” el contrabando de gasolina en los estados fronterizos y es por lo cual, desde hace un año más o menos hemos empezado a hablar y escuchar del mal llamado “chip” de la gasolina cuya instalación se inició hace un tiempo en Táchira.

Bocazas hay en todos lados

Recuerdo que hace unos cuantos meses, cuando se oía acerca de las largas colas de carros que se estaban haciendo en San Cristóbal para la instalación del “Chip de la gasolina”, que en realidad se llama “Tag” y que no es más que un código de barras que instalan en el vidrio parabrisas frontal, muchos comentaban a través de las redes sociales que esos “gochos” si eran pendejos, que cómo iban cual mansos corderitos a hacer esa cola para que los  marcaran como reses, que por qué no se “arrechaban” y armaban un peo, que…

Mucho de eso lo leí en Twitter y lo escuché en la calle. Como sabemos, los maracuchos tienen fama de bocones, “farfullos”, habladores, bocazas, “vendo la jeta”. Por eso no era difícil encontrarse en la gasolineras o en las colas de los supermercados a los “valientes” que vociferaban que ellos incendiarían la ciudad antes que hacer esa cola para ser marcados.

Y así fue como, un buen día, me llegó por pin de blackberrry que en la parte de atrás del Cuartel Libertador estaban procediendo a la instalación del chip. El mensaje que me enviaron decía literalmente así:

“Ya están instalando el chip de la gasolina en los alrededores del Cuartel Libertador.  Hay poca gente porque aún no han pasado la información a los medios de comunicación. Parece que  lo están manejando con bajo perfil, con mensajes de boca en boca entre los chavistas, para que ellos vayan primero a instalarlo y que se eviten las largas colas que se formarán para obtener el código. A partir del lunes ya lo dirán por la prensa. Hay que llevar carné de circulación, la póliza de Responsabilidad Civil y la cédula de identidad. Corre a poner el tuyo”.

Como yo conozco cómo es la cosa en Venezuela y con el tiempo he aprendido a diferenciar los mensajes verdaderos de los falsos de Messenger, y también sé que los venezolanos no parece que hayamos encontrado una forma efectiva de protestar contra este tipo de decisiones y medidas del gobierno que nos van quitando calidad de vida, con lo cual, a pesar de los bocazas, el “chip” terminará siendo una triste realidad también en el Zulia, sin enfurecerme más de la cuenta, agarré mis papeles y me fui al Cuartel Libertador.

En media hora estaba listo. Al nivel del espejo retrovisor hay una etiqueta con el código de barras que me indicará por medio del la lectura que harán los escáneres instalados en las estaciones de servicio, cuánto será mi cupo diario para poner gasolina.

Al día siguiente ya la noticia se había regado y quienes pensaban que era otro falso rumor transmitido en cadena, empezaron a engordar la línea de carros en los alrededores del Cuartel. Un amigo que fue ese día, tardó dos horas y media en obtener el código y, dos días después, conseguí un señor en el supermercado que me comentó que estuvo desde las 7 de la mañana hasta las 4 de la tarde, sin comer, en la cola para que le instalaran el bendito “chip”. Allá están llegando como corderitos a hacer su fila todos aquellos bocones que decían que no permitirían esa vaina. En un tiempo, todo campo automotor del Zulia contará con su etiqueta de racionamiento de combustible.

No todo acaba con tener el chip

Pero la cosa no termina allí. Si usted pensa que una vez pasada la incomodidad de la larga cola a pleno sol ya el mal trago ha terminado, le tengo malas noticias. Su calvario apenas empieza.

De acuerdo a la experiencia tachirense, una vez que el chip entra en funcionamiento, hay que acostumbrarse a que pasará mucho tiempo metido en una cola cada vez que quiera repostar el tanque de gasolina. Media hora, en el mejor de los casos, y hasta 3 horas para llenar el tanque.

El sistema funciona así:

Cuando el vehículo entra en la estación de servicio, un escáner ubicado en el techo le leerá el código de barras (Si no funciona, usted deberá introducir su número de cédula de identidad que, una vez más deja de ser un número de identificación ciudadana para convertirse en un mecanismo de control y racionamiento). En la pantalla le aparecerá el dato con la cantidad de litros de gasolina diaria que el sistema tiene a bien conceder como una “gracia” por la cual, de todas formas, tiene que pagar.

Mi sobrina Luzmary Santos, que ya está curtida en el Táchira con el funcionamiento del “chip”, me contaba que hace unos días llegó a poner gasolina y que al verificar en la máquina, la pantalla le decía que su cupo había sido bajado de 50 litros diarios a 20 litros, que si quería recuperar su cupo original, debía pasar por una “auditoría”. Sospechosa habitual.

Resulta que si a quienes manejan el sistema les parece “sospechoso” que usted reposte combustible todos los días o de manera frecuente, pues lo pueden castigar disminuyendo el cupo, llevándolo a cero litros incluso, y lo obligan a ir a la auditoría con los representantes del Instituto Nacional de Tránsito Terrestre, de PDVSA  y hasta del mismo CICPC  para que explique esa manera “sospechosa” de poner gasolina. Por supuesto, ese trámite de la auditoría implica una cola que puede durar cuatro o cinco horas.

-Lo mío se arregló porque después de las 3 horas de cola, en la auditoría me dijeron que no era por exceso de consumo sino porque habían anotado mal mi número de placa. Así que me reintegraron mi cupo de 50 litros –dice Luzmary-. Pero delante de mí estaba una señora que tiene un transporte escolar y que ha tenido que ir ya cuatro veces a auditoría porque es “sospechosa”. A algunos que no pasan la auditoría, les prohíben poner combustible por ocho días o por el tiempo que a los auditores les dé la gana.

El contrabando sigue igual

Pero los más triste del caso es que, como pasa con el racionamiento de los alimentos, con la fuga de divisas y el control cambiario y con los tantos otros controles que nos impone el régimen actual, las medidas no han servido para nada. Los buhoneros siguen vendiendo en las calles los productos alimenticios racionados al triple del precio estipulado por el gobierno mientras que en los supermercados no se consiguen y cuando los hay, tienes que mostrar tu cédula de identidad para poder comprar la cantidad que estipula el racionamiento como medida para evitar el acaparamiento y la especulación de los revendedores.

Cadivi, todo el mundo sabe que es una ratonera igual o peor que el tristemente célebre Recadi de la cuarta. En Colombia y Panamá la gente sigue “raspando” las tarjetas. Hasta en Estados Unidos hay quienes se encargan, previo pago de comisiones, de aprobar cupos de Cadivi sin que la gente tenga que estar en Venezuela o viajar y los jerarcas del régimen que son los que tienen dinero y más fácil acceso a los dólares preferenciales se llenan los bolsillos comprando dólares oficiales a bajo precio para revender una parte a casi 10 bolívares por dólar y poner la otra parte a buen resguardo en cuentas en el exterior, por si algún día hay devaluación o tiene que salir  huyendo del país.

Con el contrabando de gasolina pasa exactamente igual. La experiencia tachirense demuestra que la extracción ilegal de combustible no ha disminuido. Según comentan en los corrillos, ese es un negocio tutelalado, como muchos otros negocios ilegales, por los militares. Los “pimpineros” (quienes sacan gasolina en pimpinas por los caminos verdes) tienen sus bolsillos llenos de “chips” comprados a 200 bolívares cada uno a quienes administran la instalación del código. Al menos 200 era lo que pagaban inicialmente, posiblemente haya aumentado con la “inflación”.

Y, como con el cupo de Cadivi que se generó todo un mercado paralelo de divisas en el cual hay compradores y vendedores de cupos, con el control de la gasolina el gobierno está propiciando el nacimiento de un nuevo negocio ilegal: la venta del cupo del “chip”.

Si a mí me otorga la “gracia” el sistema de permitirme un cupo de 50 litros diarios y lo que consumo son sólo 10 o 15 litros de acuerdo a mis desplazamientos, pues tendré un excedente diario de entre 35 y 40 litros diarios que podré vender a los contrabandistas. La verdadera solución para acabar con el contrabando de gasolina todo el mundo sabe que es subir el precio del combustible y ponerlo a precios internacionales, así se acabaría el negocio. Pero eso tiene un costo político y social que un gobierno cobarde y populista como el que tenemos no está dispuesto a pagar.

En fin. Que lo del chip es otra medida más fracasada que, además, tendrán que terminar poniéndolo en todo el país pues quienes no puedan comprar la gasolina para el contrabando en Táchira o Zulia, lo harán en Trujillo o Lara al final de cuentas el negocio es tan lucrativo que, cuando mucho, aumentará un poco el precio del combustible por los “inconvenientes” causados por el control.

El chip es completamente inútil para limitar la extracción ilegal de combustible a Colombia, para lo que sí es absolutamente efectivo es para hacerte sentir controlado, humillado, sospechoso y, por supuesto,  impotente pues, las protestas generadas en Táchira no impidieron la implantación de la medida. Por unos pocos que hacen los negocios ilegales terminamos pagando todos los ciudadanos decentes y trabajadores porque el régimen, en su ineficiencia, es incapaz de controlar y meter en cintura a esos pocos al margen de la ley. Pagamos justos (y juntos) por pecadores, mientras que los verdaderos pecadores se cagan de la risa.

Silvio Rodríguez, “¿Por qué no te callas?»

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Silvio Rodríguez, el cantautor cubano de La Nueva Trova, el admirado artista de mi adolescencia, el de la sensibilidad a flor de piel que le permitía escribir canciones tan hermosas como las de “Rabo de nube”, el “Unicornio Azul” y “La canción del elegido”, que cantábamos en bachillerato y en la universidad con la piel erizada y temblor en la voz, escribió en su blog acerca del tema de la violencia y tuvo el descaro de terminar su escrito con un “Viva Chávez, carajo.”.

“Violencia y otras cuestiones” se titula la entrada en su blog “Segunda cita”, titulo poco original a decir verdad para venir de un poeta del calibre de Silvio, pero bueno, digamos que el tema a tratar no se prestaba para metáforas y poesías.

El cubano se explaya en los motivos que “justificarían” la existencia y crecimiento de la violencia en los países latinoamericanos y desde el inicio del texto nos dice por donde irán los tiros de su post al describir los diferentes tipos de violencia:

“ …la ancestral violencia religiosa, hija del fanatismo y la intolerancia, hijos estos a su vez de la ignorancia. Existe la antiquísima violencia política, que inició el primer ser vivo que agredió a otro para quedarse con lo que tenía. Pero la violencia que asola a muchas ciudades y barrios de Nuestra América suele ser la económica, con sus remotos orígenes en la desigualdad, la explotación, la miseria y la ignorancia, fermentadas en la ira que provoca venir al mundo para encontrar vedado lo que nos garantiza una existencia digna.”.

Y por allí se va para llegar a la conclusión de que la violencia actual en Venezuela no es más que el producto de siglos de desigualdad y que, según su parecer, el gobierno de Chávez ha dado los pasos adecuados con las misiones para erradicar la violencia en el país.

No obstante, el mismo cantautor se contradice cuando afirma que:

“Hoy la violencia llegó las calles de Caracas, y no me parece extraño. No en balde desde hace tanto se fueron enracimando, excluidos, los que por humano crecimiento ahora invaden la futurista ciudad que diseñó Pérez Giménez.”.

No se entiende cómo es que las misiones al darle una vida “digna” a los excluidos de siempre, no han logrado, en casi 14 años de gobierno, erradicar la violencia. Por el contrario, en estos años de “revolución” y de “justicia social”, la violencia en todo el país (no solo en Caracas) se ha multiplicado a niveles alarmantes.

En fin, que no es para desmontar el discurso de Silvio que yo me puse a escribir este post. Su texto, al ser leído por cualquier persona que viva y sufra la violencia cotidiana en Venezuela se cae por sí sólo.

Lo que me llamó la atención del post del cantautor cubano es que aunque habla de la violencia, prefiere hacerlo de la vivida en nuestro país; pero no habla de la que viven sus compatriotas cubanos cotidianamente.

¿Será que para Silvio no es violencia los más de una docena de presos políticos cubanos muertos en huelgas de hambre durante los 50 años del régimen de los Castro? No nos habla Silvio de Orlando Zapata, de Guillermo Fariñas o de Wilman Villar, cubanos muertos gracias a la violencia política del régimen que somete a la isla desde hace medio siglo.

Tampoco habla el poeta de la violencia y represión a la que son sometidas las Damas de Blanco en su isla del Caribe ni de la violencia que significa que una persona no pueda tener la libertad de salir y entrar de su país cuando se le pegue la real gana. Como es el caso de Yoani Sánchez, por nombrar a una personalidad emblemática y que el mundo entero conoce.

Parece ser que para Silvio, no constituye síntoma de violencia la manera en la que viven sus compatriotas en las llamadas “barbacoas”, ni el aislamiento en sanatorios (mal llamados sidatoriums, esa especie de campos de concentración ideados en la isla a finales de los 80s) al que son sometidas las personas cuando se les detecta HIV en Cuba para “enseñarlos a vivir con el virus de manera responsable”.

Parece que para el cantante es mucho más fácil hablar de la violencia en Venezuela que de la que tiene en su propio patio. Pero lo que más me indigna es que en su simplista enfoque de lo que sucede en nuestro país, el cubano se hace de la vista gorda y no nos habla de los años que pasó el régimen chavista repartiendo armas en los barrios de Caracas y del interior del país con el pretexto de tener una “revolución pacífica pero armada”. Armas de todos los calibres con las que en la actualidad matan a cualquier ciudadano para quitarle un teléfono o un par de zapatos y que fueron entregadas por el chavismo a los malandros de los barrios.

Tampoco se refiere el admirado Silvio a la violencia estimulada desde el discurso oficial en las cadenas de medios de comunicación que a diario se desarrollan. Para nada habla en su post de la agresividad y violencia del discurso de Chávez que no ha hecho más que cavar con más profundidad la brecha que divide a los venezolanos. En la voz de Chávez, justamente, se pregona «la antiquísima violencia política, que inició el primer ser vivo que agredió a otro para quedarse con lo que tenía.». O acaso, ¿Silvio Rodríguez no se ha enterado de que llevamos muchos años viendo cómo Chávez arbitrariamente le quita y se queda con lo que otros venezolanos tenían gracias a su trabajo?

¿Sabrá Silvio que en las cárceles de Venezuela, que están bajo la tutela y administración del gobierno de Chávez y cuya custodia es responsabilidad de la Guardia Nacional Bolivariana, los presos cuentan con un arsenal de armas de alta potencia más poderosas que las de la misma GNB? ¿Tendrá conocimiento el cantante de que el negocio de la violencia en esas cárceles de Chávez mueve miles de millones de dólares en armas y drogas? ¿Habrá escuchado el cantautor cubano acerca de los “colectivos” violentos que hacen vida en el 23 de Enero de Caracas y que han sido armados con fusiles por el gobierno de Chávez?

Habla Silvio de lo terrible de que “La violencia marginal fue fabricada por la desigualdad, por la indolencia y por el egoísmo.” y de que “Circunstancialmente me tocó visitar a Venezuela durante sus gobiernos anteriores, más que con este. Recuerdo que entonces existía la misma violencia, a pesar de que el país tenía los recursos para ser una de las naciones más prósperas de nuestro hemisferio.”.

Déjame decirte estimado cantautor que a Venezuela en estos 14 años le han entrado ingentes cantidades de dólares que los venezolanos no sabemos a dónde han ido a parar. Nunca, el país tuvo tanta riqueza y nunca fue tan pobre.

La criminalidad no es, como dices, la misma de hace más de 14 años; ahora es resentida, se ejecuta con odio y virulencia, con el mismo odio y la misma virulencia que vemos y oímos por radio y Tv. cada vez que Chávez se encadena para decir a todo pulmón que hay que ELIMINAR, PULVERIZAR, DESTRUIR, BORRAR, DESAPARECER, ANIQUILAR a todos los venezolanos que no pensamos como él y a todo el que tenga un poco más de lo que él considera que debe tener.

Si la pobreza justificara la violencia, muchos países más pobres que Venezuela tendrían índices de mortalidad por criminalidad más elevados que los de nuestro país, entre ellos, Cuba. Claro, allá la violencia de la represión del régimen tal vez no permita que la violencia de la criminalidad florezca.

La mayoría de los países latinoamericanos son mucho más pobres que Venezuela; sin embargo, solo el nuestro ostenta en sus estadísticas un promedio de 50 muertos por fin de semana, solo en Caracas, y eso a pesar de que las misiones siguen repartiendo real y “justicia Social”. Con esa sola cifra se cae tu teoría.

Solo me resta citar al tristemente célebre cazador de elefantes de España y preguntarte, Silvio, “¿Por qué no te callas?

Seguramente, pronto nos sorprenderás con una visita al país. A lo mejor, antes de lo que pensamos, vengas a dar un concierto para homenajear a ese hombre que según tú está en camino de erradicar la pobreza y la violencia en Venezuela.

Es claro que un post como el que escribiste te podría poner en el tapete de la opinión en el país con lo cual podrías asegurarte una buena asistencia de público en un concierto o, tal vez, tu jalada de bolas a Chávez haga que el oficialismo te pague una gira por el país y así te lleves unas buenas divisas a tu isla. Es una estrategia de mercado muy capitalista que le he visto a muchos socialistas como tu.

Leí tu texto, Silvio, y ahora se me hace imposible creer que cuando estudiaba en la universidad dormía a mis sobrinos con tu “Unicornio azul”, con “La canción del elegido” y con “La primera mentira”. Después de leerte, no veo a aquel artista que me emocionó con su concierto cuando estuve en Cuba. Me cuesta reconocerte o, posiblemente, lo que me cuesta es reconocerme. Tus palabras, antes tan llenas de lucha e ideales, ahora me suenan huecas e interesadas.