Los ocho días pasaron volando. Bogotá logró cautivarnos, seducirnos y enamorarnos. Por momentos nos sentíamos que estábamos en la Venezuela de finales de los ochentas y principios de los noventas, en aquella Caracas que era una promesa de progreso, un pronóstico de bienestar y desarrollo. Aquella ciudad que no parecía dejar de crecer y afianzarse como una de las ciudades más importantes de Larinoamérica.
Caminar por la Carrera Séptima era como hacer un viaje al pasado, a aquellos días cuando recorrer el boulevard de Sabana Grande era una certeza de sorpresa y diversión. Entrar a un supermercado Éxito en Bogotá fue experimentar un dolor. Parado en medio de esos pasillos llenos de productos de todas las marcas y precios, con anaqueles atiborrados de Harina Pan en todas sus presentaciones, de papel tualé en bultos incontables, aceites de maíz para escoger… fue confirmar que Venezuela se fue a la mierda.
Que…
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