Martes, 28 de marzo
El viernes nos levantamos temprano y nos fuimos a almorzar con una prima de Mercedes. Caminamos un rato por los alrededores de la Almudena y luego almorzamos en un sitio bien sabrosito. Después regresamos a casa y a preparar las maletas para irnos a París.
Salimos del aeropuerto de Barajas a las seis y pico de la tarde y llegamos a París a las nueve y pico, tomamos un autobús hasta la estacion del metro Les Invalides y de allí nos explicaron cómo llegar al hotel que teníamos reservado, que queda un poco en las afueras de la ciudad.
En fin, que cuando llegamos al hotel ya eran casi las once de la noche. Tocamos para que alguien nos abriera y poder entrar y resultó que nadie salía. Después de varios intentos, nos dimos cuenta que en la hoja de reserva había una nota en la que decía que si uno iba a llegar después de las nueve de la noche debía pedir un codigo de acceso por teléfono para poder ingresar al hotel.
Entonces, resolví ir a averiguar en un restaurant-bar que estaba cerca y, en mi francés chimbo, le pregunté a la señora si sabía dónde había un teléfono público cerca. Ellá, muy amablemente, me prestó el suyo y resultó que hablaba bastante español por que es de Marruecos, de una zona fronteriza con España.
LLamamos al número que ponía la reserva y nadie respondió, salío una grabadora para dejar mensaje, lo hicimos y luego la chica, que en realidad tenía pinta de putona, me explicó que en ese hotel no quedaba nadie en recepción por las noches y que debíamos buscar otro hotel para esa noche.
Desgraciadamente, la noche ya estaba pagada en ese hotel y, de todos modos, tuvimos que salir a buscar un sitio que me indicaron allí en el restauran.
Después de mucho caminar y dar vueltas, ya eran cerca de las doce de la noche y estaba empezando a llover, nos conseguimos a un chico a quien le pregunté por un hotel y afortunadamente, no solo nos explicó cómo conseguirlo sino que nos acompañó en el metro hasta la estación donde nos debíamos bajar.
Además, nos enseñó cómo pasar en el metro, dos personas con un mismo ticket y así ahorrarnos unos cuantos euros. A partir de allí, pasábamos de a dos con cada ticket del metro.
Llegamos a donde Fabio, el chico que nos dijo dónde podiámos encontrar alojamiento nos dijo, y allí pasamos la noche en dos habitaciones a 46 euros cada una. Dejamos las cosas en el hotelucho y fuimos a comer al Mc Donalds que estaba en frente que era lo único que estaba abierto a esa hora. Comimos, dimos una caminadita y, como la zona no era muy bonita, decidimos irnos a dormir.
El sábado nos paramos temprano y nos fuimos al hotel que ya teníamos pagado, nos instalamos, desayunamos, nos bañamos y nos fuimos a patear por las calles de París.
Al primer sitio que fuimos fue a la Tour Eiffel, bellísima, allí nos tomamos unas cuantas fotos, caminamos un rato, bajo una lloviznita ladilla y seguimos camino a otros sitios. Cuando íbamos pasando por la orilla del Sena, vimos unos botecitos en los que la gente paseaba y decidimos averiguar para ver si el presupuesto nos daba para el paseo.
¡Ay, qué pobres somos! Había unos paseos que incluían almuerzos, champaña y música en en vivo por 100 euros o más por persona. Afortunadamente, hay unos botes menos lujosos para el bajo perraje, sin comida ni champan ni música en vivo pero igual se recorre parte del rió y en ese sí nos montamos.
El paseo fue maravilloso, es bellísimo ver las ciudad desde las aguas del río. Ya al final del paseo, nos cayó un aguacero, pero de todos modos lo disfrutamos un montón.
De allí nos fuimos a recorrer los Campos Elíseos. Un paseo muy hermoso pero, cuando íbamos por la mitad, se desató el palo de agua y nos echamos tremenda mojada. Total, que entonces decimos ir al hotel y descansar para prepararnos para la noche. Comimos en un sitio cerca del hotel, comida árabe bien sabrosa, dormimos y en la noche nos paramos, nos bañamos y nos fuimos a buscar juerga.
En un bar nos vieron la cara de pobres y como estaba bastante repleto no nos dejaron entrar, así que nos fuimos a otro y allí estuvimos hasta las cinco y media de la mañana, cuando regresamos a dormir al hotel.
A las diez de la mañana nos levantamos y nos fuimos a patear París. Eso fue el domingo, fuimos a terminar de recorrer los Campos Elíseos, los Jardines de las Tuilleries, la Plaza de la Concordia, el Museo del Louvre (por fuera, porque no daba tiempo de entrar), la Catedral de Notre Dame por fuera y por dentro. De allí, fuimos a comer a un sitio donde conseguimos un menú con sopa de cebolla de primer plato,carne a la pimienta de segundo y de postre crepes de chocolate, todo por supuesto con un vinito de la casa.
Después comenzamos a buscar La Bastilla y, camino hacia allá, vimos un sitio que se llama la Plaza Vosge. Como nos llamo la atención, entramos y resultó ser una especie de plaza a cuyo alrededor hay un montón de galerías de arte, cafés y restoran, todo muy bello y la gente con pinta de ser muy bohemia. Allí mismo, está la casa de Víctor Hugo.
Luego fuimos a dejar las babas por todo el piso del centro George Pompidou, con la tiendita de objetos de diseñadores y la librería ¡y uno tan pobre!
Desde allí nos fuimos a La Bastilla, llegamos, la vimos y luego nos fuimos a Monmartre, a visitar la catedral del Sagrado Corazón, una de las iglesias más bellas que hemos visto, incluso nos gustó más que Notre Dame. Tiene una energía muy especial y particular que hasta el más insensible de los seres (yo, por ejemplo) la percibe y como ya era de noche se veía París bellísimo.
De Monmartre bajamos y nos fuimos a buscar el Moulin Rouge. Caminamos hasta allí y, por supuesto, nos conformamos con verlo por fuera y tomarnos las fotos en la fachada, porque cobres, no hay.
Caminamos esa calle de la perdición y el sexo donde está el cabaret y allí cenamos en un sitio de comida china rápida, con pato laqueado y todo. Fast food pero muy sabrosa. Después, como se imaginaran, nos fuimos a dormir, mamaos pero felices.
Ya el lunes, como era el día del regreso, nos paramos y nos fuimos directo a la iglesia de Sant Denís, una joya del gótico donde están enterrados los reyes de francia. La vimos, entramos, me sorprendió ver a unos niños como de primer grado que habían llevado para hablarles de la Historia del Arte y de la arquitectura, ¿qué tal?
De allí nos fuimos a la callé Rivolí, donde habíamos visto una tienda de ropa con unos precios buenísimos. Nos compramos unas mariqueritas y, como nos quedaba un tiempito, nos fuimos a la Defense, la parte más nueva de París y que realmente vale la pena conocer y ver el contraste con la parte antigua. Las dos parises son espectaculares y en ambas hay arte para donde uno mire.
Nos comimos unos pancitos con queso de raclette y tomates confitados, sentados allí, en los banquitos de granito de la plaza de la Defense y de allí al aeropuerto para el regreso a Madrid.
El vuelo de regreso salió con una hora de retraso. Cuando llegamos a Madrid, ya no había autobuses y tomamos un taxi. Al ratico de estar montados, nos paró la policía, nos hizo bajar y uno de los guevones esos se arrechó porque le dije que yo pensaba que eso ocurría solo en Venezuela. Total que se puso a echar pestes de los latinoamericanos, discutimos, al rato el pidió disculpas, yo pedí disculpas y, por fin, de nuevo a la casa a dormir.
Hoy, nos paramos bien tarde, comimos y por la tardecita nos fuimos a ver la Basilica de San Francisco El grande, es de las mejores que hemos visto, incluso mejor que La Almudena. Después, nos fuimos a ver un espectáculo con el Ballet Nacional de España en el Teatro de la Zarzuela. La pieza era la clásica «El Café de Chinitas», con las canciones de García Lorca y con reproducciones de los telones originales de Dali. Nos quedamos todos con la boca abierta de lo maravilloso que estuvo el ballet.
Del teatro para la casita, a comer y a escribirles estas pendejadas y a ver como le sacamos el jugo a los poquitos días que nos quedan aquí…