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Archivo mensual: enero 2011

… Y no pasa nada

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El agricultor Franklin Brito murió esperando justicia. Y no pasa nada

Hace algún tiempo, comentaba en mis cuentas de redes sociales que a los venezolanos nos debían estar poniendo alguna especie de droga en el agua que consumimos, un cóctel en el que se mezclan altas dosis de Lexotanil con Rivotril y Tafill, porque de otra forma es difícil explicar la pasividad y la falta de reacción con las que tomamos todas las cosas que suceden en nuestro país a diario. Estamos en un estado de letargo del cual pareciera que nada nos puede sacar. Acontecen gravísimos hechos y, sin embargo, no pasa nada.

Es así como podemos enumerar: Hay presos políticos como la Jueza María Afiuni a quien encarcelaron por dictar una sentencia que no complació al régimen y a quien a diario se le violan sus derechos humanos, llegando a poner en grave riesgo su vida al no permitírsele el acceso a revisiones médicas por las cuales han tenido que protestar ella y su familia hasta ser atendida y, próximamente, operada. Y no pasa nada.

Como los diputados elegidos por el voto popular Biagio Pirieli y José Sánchez “Mazuco” a quienes, violentando la constitución y la inmunidad parlamentaria, no se les permitió asumir sus curules en la Asamblea Nacional, irrespetando así la decisión de miles de venezolanos que votamos por ellos. Es decir, ante un régimen autoritario, de nada sirve que los ciudadanos expresemos nuestra voluntad a través del voto. Se burlan impunemente de quienes hemos ido religiosamente a votar y descaradamente nos hacen entender que nuestra opinión les resbala. Y no pasa nada.

Miles de personas han quedado desempleadas por arbitrariedades del régimen como los expulsados de PDVSA, los empleados bancarios de las instituciones que han sido intervenidas y estatizadas por el gobierno, trabajadores de las fábricas, industrias y empresas expropiadas y de los medios de comunicación cerrados. Muchos incluso sin siquiera poder cobrar su última quincena y mucho menos sus liquidaciones y prestaciones. Y no pasa nada.

Aún hay estados del país que sufren los rigores de la ineficiencia en el servicio eléctrico con apagones de hasta medio día y durante la época de mayor racionamiento del servicio muchas personas perdieron sus electrodomésticos por las subidas violentas de la corriente eléctrica y, resignadamente, fueron a comprarlos de nuevo. En la última década la inversión en la industria eléctrica ha sido nula. Y no pasa nada.

Diversos productos de primera necesidad escasean. Y no pasa nada

 

Hay una grave escasez de alimentos que nos obliga a hacer turismo de supermercados, abastos y tarantines para poder medio completar la compra de los productos básicos de nuestra dieta como azúcar, leche, aceite, harina de trigo, entre otros, por no señalar pañales, toallas sanitarias, papel higiénico, carne, pollo, atún enlatado al natural. Productos por los que en muchas ocasiones nos vemos obligados a pagar hasta tres veces su valor si queremos incluirlos en nuestra alimentación, y no pasa nada.

Grandes extensiones de tierras y haciendas en plena producción expropiadas sin que se les permitiera a sus propietarios el más mínimo derecho a pataleo y sin que se les indemnizara por las propiedades arrebatadas, con la constante amenaza de que estos desaguisados continuarán en el tiempo. Y no pasa nada.

Miles de muertos mensualmente en Venezuela a manos de la delincuencia, un país donde la vida tiene el valor de un par de zapatos o un teléfono móvil. Y no pasa nada.

Los registros y notarías en manos de cubanos, humillando y haciendo sentir a los empleados y a los usuarios venezolanos como ciudadanos de quinta categoría. Y no pasa nada.

Una descarada y galopante corrupción a todos los niveles e instancias gubernamentales, de la cual parecen ufanarse quienes de la noche a la mañana exhiben impúdicamente camionetas que “no crecen más” y viviendas que hacen palidecer las mansiones de las series Falcon Crest y Dinastya. Gente que hasta hace unos pocos años andaba en carrito por puesto, sin trabajo fijo y viviendo alquilados o arrimados en casa de familiares y que ahora ostentan cuentas de miles de millones de bolívares y hasta en dólares en el exterior. Y no pasa nada.

Miles de toneladas de alimentos podridos por incapacidad, corrupción e indolencia del gobierno encargado de importar esos alimentos. Y no pasa nada.

Un ciudadano como Franklin Brito se declara en huelga de hambre para reclamar justicia y muere en su lucha sin llegar a ver satisfechos sus reclamos ante la mirada impávida de un país que contempló inerme como se extinguió la vida del agricultor. Y no pasa nada.

Miles de valiosos venezolanos se han visto obligados a dejar el país bien sea por razones políticas, económicas, laborales, de inseguridad personal y jurídica o, simplemente, buscando calidad de vida y un mejor futuro para sus hijos. Montones de familias desmembradas, incesantes viajes a aeropuertos a despedir hijos, hermanos, amigos, seres queridos que se cansaron de vivir en la zozobra y en el temor y que decidieron partir y a quienes, posiblemente, no volvamos a ver. Y no pasa nada.
En fin, nos racionan, nos atropellan, nos expropian, nos someten, nos amenazan, nos insultan, nos ofenden, nos roban, nos matan ¡¡Y NO PASA NADA!!

Sé que a esta letanía cada quien podrá agregarle su propia experiencia personal pues la lista siempre tiende a quedarse corta y  uno no puede dejar de preguntarse ¿Hasta cuándo podremos aguantar los venezolanos tanto atropello de manera pacífica y convocando a marchas y verbenas para protestar? ¿Tendrán que pasar treinta años de tiranía como en Egipto para que reaccionemos o soportaremos estoicamente más de 50 años de oprobio y humillación como en Cuba?

Ya sé que no tardarán en saltar quienes dicen que todo lo que estamos viviendo es el resultado de la desigualdad, los atropellos y las violaciones a los que nos sometieron en la IV República, que son la consecuencia del capitalismo salvaje y que en los gobiernos anteriores estos hechos eran el pan nuestro de cada día. Pretenderán justificar lo que sucede hoy con el consabido y resentido “¿si los adecos y los copeyanos lo hacían, por qué se le critica al gobierno actual que lo haga también?”

Haciendas confiscadas y expropiadas. Y no pasa nada. (Foto tomada en la Fería Internacional de San Sebastián, Táchira por Luzmary Santos.

Por una razón muy sencilla: quienes votaron en el 98 por Chávez, lo hicieron precisamente porque buscaban un cambio, porque no estaban conformes con lo que se vivía en el país y pusieron su esperanza en que el teniente coronel ejercería el poder de una forma diferente y erradicaría todos esos vicios y desviaciones en el país. En ningún momento, quienes le dieron su voto, lo hicieron con la intención de que en Venezuela continuara sucediendo lo mismo y de la misma forma, con el único cambio de una franela verde o blanca por una roja.

Lamentablemente, el cambio profundo nunca llegó. El presidente con el apabullante apoyo popular con que llegó al poder, pudo haber adoptado la actitud de un Mandela, quien luego de años preso en una celda de 2 metros cuadrados, salió para impulsar la reconciliación del país olvidando y perdonando todo el maltrato y la injusticia a los que fue sometido. Sin embargo, el camino escogido ha sido el opuesto.

Medios de comunicación cerrados y gente desempleada. Y no pasa nada.

Hay dos anécdotas que parecieran dar algunas pistas sobre lo que nos está pasando en la actualidad en Venezuela. Una es relacionada con el cineasta seguidor de Chávez, Román Chalbaud, quien según una entrevista que le hicieran para El Nacional, respondió: “Me alegró, pues ellos me hicieron cosas terribles”, cuando le preguntaron: “¿Le afectó el cierre de RCTV?”

Esa respuesta del director de “El pez que fuma” nos da una idea del resentimiento y el personalismo con el cual se viene manejando el país. Muy lamentable que se pretenda justificar un hecho tan vergonzoso como el cierre de un medio de comunicación con las consecuencias que ello trae para el conglomerado que allí trabajaba con una visión tan simplista y egoísta como que “me hicieron cosas terribles” y peor aún viniendo de un respetado y admirado creador e intelectual.

La otra anécdota me sucedió hace poco con un muchacho de unos 22 años, encargado del gimnasio al que voy.
Al reiniciar la actividad en enero, el gimnasio decidió aumentar la mensualidad en un 40 por ciento. Por supuesto, eso me pareció una barbaridad, sobre todo si tomamos en cuenta que hace como seis meses ya habían hecho un aumento similar y que en más de un año que llevo asistiendo a ese gym la infraestructura se ha deteriorado ostensiblemente sin que los propietarios muestren el más mínimo empeño en mejorar las condiciones.

Como es de esperarse, no me podía quedar callado ante la arbitrariedad del aumento y en más de una oportunidad dejé saber mi descontento. El colmo de la situación fue cuando en uno de mis reclamos, exigiendo que, por lo menos, arreglaran los aires acondicionados, pintaran las paredes, cambiaran los vidrios y espejos rotos que hasta un peligro constituyen para los usuarios, mejoraran la iluminación y le dieran mantenimiento a los baños, el muchacho me dijo:

-Mejor no te quejes más, mira que ayer en la mañana botaron del gimnasio a cinco personas que se quejaron del aumento y de las condiciones del local.

Yo no lo podía creer. Le dije que esa no podía ser la respuesta porque si la gente está pagando por un servicio tiene derecho a exigir que ese servicio sea lo más acorde posible al dinero que está pagando.
-¡Pero es que al que no le guste, que se vaya a otro gimnasio! Nadie los obliga a estar aquí. –Fue su respuesta.
En ese momento, me pasó por la mente una alocución del presidente Chávez en la que decía que si a los escuálidos no les gustaba su gobierno y su revolución bien podían largarse del país.
O sea, desde el discurso del presidente de la república hasta la actitud de un simple dueño de un gimnasio o de un empleado del mismo, en Venezuela pretenden que los ciudadanos nos olvidemos de exigir nuestros derechos, que soportemos callados, que nos calemos las arbitrariedades sin protestar y al que no le guste que se largue.

Por supuesto, ya estoy inscrito en otro gimnasio, pero no deja de asombrarme como el resentimiento y la arbitrariedad se han apoderado del venezolano ¿será que también tendré que abandonar el país o algún día pasará algo?

Metamorfosis de una cédula de identidad

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Todos los viernes voy a un mercadito itinerante a hacer la compra semanal de frutas y verduras. Allí acude mucha gente, incluyendo guardias nacionales y policías o sus familiares. La mayoría de los que llegan a vender sus productos allí son fieles seguidores del Presidente Chávez y de su revolución.

Ser simpatizante del proceso no es obstáculo para vender los productos que escasean al triple del precio estipulado

Uno de los más furibundos adeptos del “proceso” es el que tiene un puestico donde venden especias y granos. Además vende queso, huevos y, adivinen qué, ¡azúcar y Mazeite! Si, dos de los productos que más escasean en los anaqueles de los supermercados, allí son constantes. Si quiere azúcar puede adquirir 3 kilos por 20 bolívares y el litro de aceite de maíz o dos frascos de 400 cc por 15.
Al ver al vendedor con su franela de la “Misión Ribas” y su gorra roja de militante del partido oficialista, ofreciendo los productos a un precio que casi triplica al regulado por el gobierno, no puedo dejar de preguntarme a dónde va a parar toda la habladera diaria, por largas horas en cadena de medios, del líder máximo de la “revolución bonita”.

Pero de todas las distorsiones que vivimos los venezolanos actualmente, tal vez la más aberrante y humillante que puede haber para cualquier ciudadano de un país, fue la que presencié hace unos días en un supermercado, cuando por obra y gracia de la revolución, la cédula de identidad se metamorfoseó, ante nuestros ojos en tarjeta de racionamiento.
Me encontraba en el sitio, justo en el momento en que llegó un cargamento de leche, bueno, realmente, no era un cargamento, eran unas cuantas cajas con empaques de un kilo de leche en polvo que apenas alcanzaba para las personas que en ese momento nos encontrábamos en el local.

Como ya es habitual y no sorprende a nadie, la gente comenzó a aglomerarse alrededor del preciado y escaso tesoro. Se miraban unos a otros con caras interrogativas, todos querían saber cuántos kilos podrían comprar pero ninguno se atrevía a dejar su lugar para buscar a algún dependiente que le informara por temor de perder su lugar en la fila y que se acabara la leche sin poder comprarla. Por lo tanto, cada quien decidió agarrar dos o tres kilos que era lo que presumían que les permitirían comprar y se encaminaron hacia las cajas para cancelar.

¿Cédula de identidad o tarjeta de racionamiento?

Ya ubicados en la cola, una dependiente informó:

-¡Señores, sólo pueden comprar un kilo de leche por persona y deben mostrar al cajero su cédula de identidad laminada!

La cara de frustración de la gente era evidente, no sólo por el hecho de tener que dejar en la caja uno o dos de los paquetes de leche que había tomado y que no sabían cuándo volverían a conseguir, sino por la humillación de tener que presentar a un cajero de supermercado el documento de identidad que, en ese instante dejó de cumplir su función de cédula de ciudadanía para convertirse en una especie de tarjeta de racionamiento.

Al introducir la cajera el número del documento en la factura de compra, inmediatamente, quedaba registrado e identificado el comprador y, por consiguiente, el sistema computarizado, automáticamente, le impedía comprar otro kilo adicional, aunque volviera a hacer la cola, cómo ya nos hemos acostumbrado a hacer, si queremos comprar la cantidad de alimentos que consideramos necesaria para nuestra familia. Sencillamente, al introducir el número en la computadora, el sistema arrojaría la información de que ese usuario ya había adquirido el kilo de leche que le correspondía.

No sé si esto sucede igual en el resto del país con la leche, carne, café, azúcar, aceite, margarina, sardinas enlatadas, pañales y toallas sanitarias que, según las informaciones de prensa, escasean en toda Venezuela, pero en Maracaibo, utilizar la cédula de identidad como tarjeta de racionamiento se está convirtiendo en un hábito. Así ocurre en los antiguos supermercados Éxito y, en algunas oportunidades, incluso, son militares los encargados de exigir el documento y de distribuir los productos. Al gobierno no se le ocurrió una manera más humillante de combatir el “acaparamiento” y la especulación de los revendedores.
Como siempre, los ciudadanos somos todos sospechosos de cometer delitos en esta revolución y nos vemos obligados a demostrar a cada instante nuestra inocencia. Así sucede con los ancianos que cobran una pobre pensión del Seguro Social que, por lo general, no les alcanza ni para comprar los medicamentos que necesitan mensualmente. No importa la condición de salud en la que se encuentren, en sillas de ruedas, con vías puestas en las venas para medicamentos, con bastones, con Parkinson o convulsiones, los viejitos se ven obligados cada tres meses a hacer cola en una prefectura para obtener la fe de vida que deberán presentar en los bancos para demostrar que están vivos y tienen derecho a cobrar su pensión de vejez. Cansado estoy de ver las resignadas colas de ancianos todos los meses en las taquillas de los bancos, como si no se pudiera idear una forma más digna de hacer llegar el dinero que por derecho les pertenece y de evadir los posibles fraudes que se cometen en el sistema. ¿Por qué una persona que entregó su vida al país se ve obligada a demostrar mensualmente, en el ocaso de su vida, que no es un delincuente para hacer efectivo su derecho a una pensión de vejez?

¿Por qué, yo, usted o cualquier otra persona tiene que ser sometida a la humillación de demostrar ante un cajero de supermercado que no somos acaparadores, ni especuladores ni revendedores de productos de primera necesidad?

Cuando uno va al centro de Maracaibo, como sucede en las otras ciudades del país, se consigue con chiringuitos de buhoneros en donde se venden los productos que escasean hasta a tres veces el valor regulado por el gobierno. Lo veo yo, lo ve usted y lo puede ver cualquier persona. ¿Cómo es que las autoridades no lo ven? ¿Por qué no toman las medidas legales pertinentes contra esos revendedores? He visto a guardias nacionales y policías comprando en esos sitios sin que se les ocurra siquiera hacer algún reclamo al vendedor.

En los puestos de los buhoneros están los productos, en los supermercados tienen completamente identificados a quienes compran grandes cantidades de leche, azúcar, aceite y margarina para revenderlo con un valor triplicado. ¿Por qué tiene uno, ciudadano que trabaja para tratar de cubrir sus necesidades básicas y paga sus impuestos, que verse en la humillación de demostrar a cada instante que es honesto?

Algo muy malo debimos haber hecho los venezolanos para merecernos ser siempre sospechosos y vivir lo que estamos viviendo o algo muy equivocado debemos estar haciendo o dejando de hacer para que las cosas ocurran cómo están ocurriendo sin ser capaces de detenerlas o corregirlas.

Desandando el camino. Regreso a Maracaibo el 03/01/11

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Camino a Mérida el 30/12/2010

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El legado de mamá

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Diez de los 13 hermanos del clan Rojas Marquina

El 03  de enero, cuando venía de regreso a Maracaibo desde Mérida a donde fui a recibir el año nuevo junto a mi familia, mientras recorría las sinuosas carreteras del páramo andino que me continúan produciendo, simultáneamente, una gran fascinación por la hermosura del paisaje y un profundo vértigo similar al experimentado al subir una montaña rusa, en la cabeza me daba vueltas una y otra vez la pregunta sobre ¿qué mecanismos se activan en los miembros de mi familia que nos hace funcionar como un clan hermético y al mismo tiempo tan permeable que hace que cualquier persona al llegar a la casa se sienta como un miembro más de ese clan?

Hacía más de 10 años que no pasaba un año viejo con mis hermanos, sobrinos y resobrinos, son las desventajas de poseer un negocio que funciona prácticamente los 365 días del año. Y fue a la par de hermoso, gratificante, poder constatar, al no más llegar, que la tradición familiar permanece intacta y no me deja de maravillar como en nuestra familia, a pesar de que los padres fundadores del apellido Rojas Marquina, Carmen y Golfredo, hace ya más de 25 años que no se encuentran entre nosotros, todavía disfrutamos un montón reuniéndonos y celebrando juntos en cada oportunidad que podemos.

Al llegar el 30 a La Parroquia y encontrarme al gentío que conforma el grupo familiar terminando los preparativos para la cena de noche vieja, me sorprendía disertando sobre ¿qué hace que los Rojas sintamos placer reuniéndonos para preparar más de 400 hallacas, por qué nos produce alegría concentrarnos alrededor de 10 kg de papas y 6 de zanahorias para pelarlas y cortarlas entre conversa y anécdotas para preparar una de las 3 ensaladas, cada una de unos 18 kilos, que se servirán en la cena del 31, por qué tanta algarabía mientras se rellenan las gallinas y se condimenta el pernil que saldrán doraditos del horno para el deleite de todos?

Pinchos hechos en «cayapa»

La preparación de las comidas familiares funciona como una perfecta cadena socialista de producción (con el perdón por la utilización de estos términos tan puteados en nuestro país en estos días). Por ejemplo, en la preparación de las hallacas a los más jóvenes les corresponde lavar las hojas mientras otros preparan el guiso y la masa para, finalmente, reunirse las mujeres alrededor de un mesón y proceder, entre chistes, chismes y anécdotas, con el armado de las “multisápidas”. Primero se untan todas las hojas con la masa de Harina Pan, se apilan a un lado y, cuando ya todas las hojas cuentan con su porción de masa, se le pone el guiso y los adornos, se cierran y, otro grupo de la familia se dedica al amarre de las mismas.

Así se hace con prácticamente todos los platos. Se realizan en “cayapa” lo cual hace de la preparación una especie de ritual en el que participa la mayoría de los miembros, desde el más viejo hasta los de menor edad.

El barullo de esos días, los hermanos y sobrinos que gritaban, hablaban, reían, cantaban, me hicieron recordar lo que dijo Lolita Aniyar cuando la conocí y la invité a mi casa en La Parroquia a comer unas arepas andinas de harina de trigo. Al ver que salía gente hasta de debajo de los muebles, Lolita dijo:

-¡Esto es como estar viviendo, en directo, una vieja película italiana! Me parece que en cualquier momento atravesará la escena una mujer con un salchichón gigante al hombro o un hombre con un inmenso escaparate en brazos!

Gasolina para el espíritu

Los últimos días del año viejo y los primeros del nuevo junto a mi familia me hicieron comprender que más de 10 años sin disfrutar de estas celebraciones es demasiado tiempo, que la energía con la que se me carga el espíritu cuando comparto con “el montón” me es tan imprescindible como la gasolina para un vehículo.

Precisamente, de esa energía me comentaba Cristian –quien por primera vez compartió las fiestas de año nuevo con mi familia- en el camino de regreso:

-Cuando dieron las doce de la noche –dijo- y comenzó el alboroto y la alegría de los abrazos, sentí una energía tan bonita y particular, que me entraron ganas de llorar.

Y es que cada año es así. De hecho, más de uno no puede contenerse y deja correr sus lagrimones mientras, a moco tendido, va pasando de unos brazos a otros en ese ritual familiar que lo deja a uno con los brazos felizmente agotados de tanto apretar a los seres queridos para desearles lo mejor en el año que comienza. Nunca he logrado comprender cómo hacemos para, entre tanta gente, llevar la cuenta de a quiénes se les ha dado el abrazo o no, pero lo que sí es cierto, es que nunca se nos queda ninguno sin su respectivo apretujón.

Mientras escribo estas líneas y revivo esos momentos, me vuelve a asaltar la pregunta de ¿a qué se debe que en mi familia se siga manteniendo esa unión a pesar de que Carmen y Golfredo partieron hace tanto tiempo? Recuerdo cómo los sobrinos, a la hora del brindis -otra especie de ritual en el que todos bebemos champán de la misma copa gigante, desde el mayor de los adultos presentes hasta el menor de los niños., pedían porque la unión del “montón” se mantuviera por muchas generaciones más y que los hijos de los hijos de los hijos pudieran experimentar lo que ellos, desde siempre han vivido en las fiestas decembrinas.

   

La respuesta a mis interrogantes vino en una nota que le enviara Néstor, un primo, a Lala en facebook y que decía:

«Hola, prima Lala. ¡cuánto me alegra saber de ustedes! Tengo muy bellos recuerdos de ese solaz ángel, mi bella Tía Carmen, de su carácter tan afable, risueño como los colibrís en busca de miel, de su mirada celestial, de esa mujer bregadora que siempre tenía un sabroso chiste a flor de labios con desayuno y café incluidos, de esa gran casa, de ese bello hogar que ella enseñó a construir con un buen humor fuera de lo común capaz de domar situaciones volviéndolas insólitamente enanas y estériles como por arte de magia. Tía Carmen, la del poder invisiblemente persuasivo poco común para hacer olvidar cualquier tormenta gracias a su sabia dulzura y noble ponderación. ¡¡¡Ay, Lala!!! cuánta felicidad le darían al mundo los gobernantes si hubiesen más “Tías Cármenes” como Tía. ¡¡¡Paradojas de la vida… De lo bueno poco!!! Tía Carmen, la Heroica Madre, la Eterna Amiga, sin mácula y sin malicia que esconder, la mujer niña de humildad contagiante, con su espíritu de bondad y servicio hacia los demás tan difícil de encontrar en estos tiempos. Remembranzas de frailejón y sonrisas andinas que en mi quedaron como un sello, esos instantes que aún viven y están retratados en 3D HD. Sueños vividos de esa Grandísima Mujer que nos hace recordar todos los días que, a pesar de los pesares, <La Vita E Bela>. Tia Carmen que con seguridad Dios la tiene en la Gloria, toda una Utopía del Siglo 20 y 21 y próximas generaciones, esa Titánica Súper Señora que Dios les y nos regaló tanto aquí en la tierra. Qué más puedo decir Prima Lala, si cada pedacito de todo lo anterior resume lo que en cada uno de ustedes esta legado, y eso es lo que ustedes significan para mí. Recuerdos anhelantes de esa linda Parroquia… de Mérida (uno de los lugares más mágicos de Venezuela). Bien Primita Hermosa, salúdame a Primos, Tíos, Sobrinos que deben ser hiperbellos, inteligentísimos y prolíficos. Me retiro por ahora, por supuesto, “sin tocherías de peluquín”, y recordando que cuando la luna está llena, “está como para enamorar Bobos”, como usted y como yo, como todos los que aspiramos a ser un poquito más seres humanos!!! Ja, ja, ja. Dios los Bendiga. Los Quiero Muchote. Abrabesos!!! Su Primo Néstor.»

Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro…

José Martí dijo: «Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro«. Mamá no escribió el libro, pero compensó esta carencia sembrando de

Mámá

araguaneyes la plaza Bolívar de La Parroquia que, cuando florean, engalanan con sus flores amarillas ese hermoso parque que, para mi familia pasó a ser más que una plaza pública, el solar de juegos para varias generaciones de Rojas. Y, por último, Carmen no tuvo un hijo, ¡tuvo 13! Ocho hembras y cinco varones que a su vez tuvieron hijos que han tenido hijos y que continúan teniendo los hijos que llevarán por generaciones esos genes de bondad, generosidad, comprensión y cariño que Carmen Marquina de Rojas sembró y abonó por años en cada uno de nosotros.

Su principal legado ha sido justamente el de mantener los lazos filiales inalterables aún años después de su partida. Ella no fue una mujer culta, apenas alcanzó el cuarto grado, pero fue una mujer sabia, una mujer que se adaptó a los tiempos que le tocó vivir, que conoció la abundancia y la escasez y que siempre tuvo una actitud optimista y humilde para enfrentar tanto las alegrías como las tristezas que se le presentaron.Carmen nos  enseñó que en la casa siempre había un plato de comida para quien tuviera hambre y un lugar para dormir para quien tuviera sueño. En su casa de La Parroquia fueron muchos los primos, primas, tíos, ancianos allegados a la familia y amigos de mis hermanos que consiguieron calor de hogar y una familia, en algunos casos por unos días, en otros por meses o años. Ella nunca le cerró las puertas a nadie ni le negó, aún en sus épocas de mayores limitaciones económicas, un plato de caraotas a quien llegara con hambre. Una de las tantas anécdotas que se podrían retratar la capacidad de mamá para ayudar a todo el que lo necesitara y que a muchos les causa tanto asombro como risa e incredulidad, fue cuando, a pocos años de haber muerto papá, con escasos recursos económicos para criar los hijos aún pequeños, se presentó en la casa una trabajadora social del reclusorio para enfermos mentales de Bárbula a solicitar ayuda para unos pacientes:

-Señora, nosotros estamos desarrollando en Bárbula un programa para los pacientes enfermos mentales –empezó a contar la trabajadora social-. El programa consiste en ubicar temporalmente a los pacientes con familias para ver si, de esta forma, logran recuperarse de sus trastornos. Queríamos saber si usted estaría dispuesta a recibir aquí en su casa a algún paciente por una temporada.

-Pero, ¿los pacientes son agresivos?- Preguntó mamá

-No, para nada. Son muy pacíficos.

-¡Ah, bueno! Entonces tráigame dos –puntualizó mamá.

Así fue como llegaron a la casa Bertha y Lucía, dos “locas” de Bárbula para quedarse por un tiempo. Bertha vivió con nosotros como por seis meses. Ella, en las madrugadas se despertaba y

Mamá y yo el día de mi grado de bachiller

empezaba a hablar incoherencias y groserías a gritos y mamá la escuchaba con atención. Así, fue hilando un dato con otro entre las cosas que decía, y llegó a comprender de dónde era Bertha. Con los datos que logró reunir comenzó la búsqueda de la familia de la “loca” hasta que la consiguió en Barinas y Bertha regresó a su casa, de dónde un día salió y, sin saber por qué, la locura se apoderó de ella y no supo cómo regresar.

Lucía permaneció en la casa por poco más de un año. Recuerdo que ella sentía fascinación por el chorro del agua del lavaplatos y por la llama de la estufa de la cocina. Podía pasar horas contemplando el agua caer por sus manos o mirando el fuego del fogón. Mamá sólo se decidió a devolverla a la trabajadora social  cuando comprendió que las salidas de Lucía para ir a recoger “aguas de colores” en las fuentes de las avenidas de Mérida podían constituir un verdadero peligro para la joven.

Creo que está anécdota ilustra bastante bien de qué material estaba hecha mamá. Ella, más que sembrar un árbol sembró muchas semillas en los seres que la conocieron y dejó en sus hijos y nietos un legado de bondad y amor que sigue transmitiéndose a sus descendientes quienes, aún sin haber llegado a conocerla han aprendido a quererla y a extrañarla. Mamá no escribió el libro, fue una tarea que le quedó pendiente, pero escribió miles de páginas de vida y sabiduría que permanecen en nuestras almas y en el corazón de todos los que la queremos.

Los números del blog de Golcar en 2010

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Los duendes de estadísticas de WordPress.com han analizado el desempeño de este blog en 2010 y presentan un resumen de alto nivel de la salud del blog:

Healthy blog!

El Blog-Health-o-Meter™ indica: Wow.

Números crujientes

Imagen destacada

En 2010, hubo 25 nuevos posts, con los que el blog de Golcar llegó a 52 posts. Subiste 331 imágenes, ocupando un total de 143mb. Eso son alrededor de 6 imágenes por semana.

El día más visitado fue el 23 de diciembre with 352 vistas. La entrada más popular ese día fue Delirio con «Prohibido olvidar», de Rubén Blades, de fondo.

¿De dónde vienen?

Los sitios de referencia más populares en 2010 fueran twitter.com, facebook.com, mail.live.com, search.conduit.com y mail.yahoo.com.

Algunos visitantes buscan el blog de Golcar, sobre todo por: franklin brito, malecón de La Habana, curitas, feliz año 2011.

Lugares de interés en 2010

Estas son las entradas y páginas con más visitas en 2010:

1

Delirio con «Prohibido olvidar», de Rubén Blades, de fondo diciembre, 2010
9 comentários

2

Film venezolano «Cheila, una casa pa´maíta» febrero, 2010
13 comentários

3

Hacer turismo en Venezuela es una ironía enero, 2010
6 comentários

4

Procesión lacustre de San Benito en fotos diciembre, 2009
6 comentários

5

Crónicas de Cuba V octubre, 2009
4 comentários