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Maracaibo sigue esperando a Penélope

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Joan Manuel Serrat en Santa Rosa de Agua, Maracaibo, 1999

Corren los años de la segunda mitad de la década de los 70s, mis hermanas, un poco mayores que yo, están en plena adolescencia, ya están en edad de echarse novio, sus hormonas se mantienen alborotadas y en constante ebullición. Sueñan con el amor y el romanticismo les brota por los poros.

Salgo para el colegio y está sonando en el reproductor de cassettesCantares”, regreso y suena “Mediterráneo”, salgo a hacer un mandado y a todo volumen se escucha “Señora”, entro a bañarme acompañado por las notas de “Fiesta” y mientras me visto “La saeta” me eriza los pelos del cuello.

Harto de Serrat doy un portazo y me voy a jugar al parque. No soporto más la musiquita que parece grabada en un sinfín. Joan Manuel Serrat canta en mi casa desde la mañana hasta la noche. La cinta se ha ido destemplando de tanto tocarla. La música y las letras suenan distorsionadas y, por sobre ellas, se escuchan las voces de mis hermanas cantando con todo la fuerza que sus pulmones y vísceras de adolescentes les puede proporcionar.

Serrat de desayuno, almuerzo y cena. La cinta se enreda en el equipito y, con santa paciencia, la sacan, la enrollan con todo cuidado de nuevo con la ayuda de un lápiz  y de vuelta a sonar. Serrat, Serrat, Serrat, ¡SERRAT¡ ¡¿Hasta cuándo Serrat?! Creo que en mi alma de niño se ha ido sembrando, irreversiblemente, un profundo odio por el cantante catalán…

Pero los años pasan. El niño se hace adolescente que también empieza a soñar y a enamorarse. El adulto ya empieza a entender las canciones de Serrat. Los versos de “Cantares” comienzan a cobrar sentido, “La saeta” le hace revivir la Semana Santa en su pueblo natal merideño. “Señora” tiene el rostro de amigos y «Aquellas pequeñas cosas» parece haber sido escrita especialmente para él. Serrat pasa a formar parte del soundtrack de su vida y se descubre admirándolo cuando canta en español tanto como cuando lo hace en catalán.

Los años siguen pasando y el cantautor español ya se ha instalado en la historia de mi vida y resulta que, un buen día, me llama mi amiga Mercedes Vázquez desde Caracas y me dice:

-Serrat va para Maracaibo, se presenta en el Lía Bermúdez y yo voy con él así que prepárese porque cualquier cosa puede pasar.

Era inicios de 1999 y a la alegría de recibir a la querida amiga, se le sumaba la emoción de ir al concierto de Joan Manuel y, posiblemente, conocerlo, saludarlo, estrechar su mano. Algo que nunca pensé que podía suceder. Un artista español de tanto renombre y tan admirado se me hacía tan lejano que no lo podía creer.

Llegó el esperado fin de semana. En Maracaibo está Serrat y yo estoy en primera fila para su concierto, al que llegué un poco tarde porque estaba cuadrando todo para que el restaurante, al que lo llevaríamos luego del espectáculo, no cerrara y que su cocina se mantuviera abierta hasta que el artista decidiera qué iba a comer.

Todo listo. Llego justo cuando Serrat está a punto de arrancar a cantar. Sigilosamente camino agachado hasta el asiento que me tiene reservado Mercedes y me siento para disfrutar de cerca de 2 horas de canciones. Las viejas, las que destrozaban mis hermanas con sus gritos acompañando el sonido del destemplado cassette y las más recientes. Mientras lo veo y lo escucho, mi vida pasa frente a mí aunque los ojos están clavados en el escenario y los oídos deleitados con el arte del catalán. Termina el concierto. La gente pide a gritos “Penélope”, yo entre ellos, y Serrat dice:

-No, Penélope no la cantaré hoy. Queda para una próxima visita. Siempre hay que dejar algo para la próxima vez…

Salimos del teatro y nos vamos al restaurant que, efectivamente, nos aguardó y estaba solo. Casi todo el local para nosotros. Ordenamos la comida. No recuerdo exactamente qué pidió Joan Manuel. Sé que fue algo liviano pues nos explicó que después de toda la energía que gastaba en los conciertos no podía comer mucho. Se le veía cansado pero satisfecho. Sus ojos se desorbitaron cuando trajeron mi plato. No podía creer lo que veía. Le parecía asombroso que, a las 11 y pico de la noche, alguien pudiera comerse eso y luego dormir.

Cristian Espinosa, Mercedes Vázquez y Joan Manuel Serrat

Yo había ordenado un “Pabellón criollo” y allí estaba en perfecto orden el plato con las caraotas negras, junto al arroz, la carne mechada y las tajadas de plátano maduro frito.

El sonrió. Tomó su tenedor y sin ningún pudor probó un poco de cada cosa. Fue un gesto que, automáticamente, lo bajó de Olimpo donde lo ubicamos sus admiradores en la mesa y nos lo acercó para siempre a los mortales. Recuerdo que no habló mucho, se le notaba cansado pero al mismo tiempo satisfecho y relajado.

Durante la cena vio una tuma que yo llevaba colgada del cuello y le llamo la atención. Le expliqué que se trataba de una piedra Guajira, que se usaba como protección y que eran escasas. El, antojado por la belleza de la piedra, manifestó interés en que le consiguiéramos tres para llevarle a su esposa y sus dos hijas.

Comimos y Joan Manuel pidió que lo lleváramos al hotel porque estaba realmente cansado. Justamente ese día nos habían entregado en la mañana a  Cristian y a mí, una camionetica Damas de la Daewoo que habíamos comprado para la tienda de mascotas, así que correspondió a Serrat el honor de estrenar tan lujoso vehículo.

Le cedí el asiento delantero y le dimos un corto paseo por el centro de Maracaibo. Nos comentó que es muy poco lo que conoce de las ciudades a las que va de gira y nos dio a entender que nos agradecía el paseo pero tampoco era que le interesaba mucho ver el centro de la ciudad desde el auto en movimiento.

-Es todo más o menos lo mismo en todos lados. En todas las ciudades –dijo y continuó-. Lo que sí me gustaría conocer es Las Pulgas. Tengo un gran amigo en Barcelona que es de aquí y siempre me ha dicho que debo visitar el mercado cuando venga. Es una pena que no habrá tiempo para ir.

Hablamos un poco de política. Chávez acababa de ganar y Serrat, como todo el mundo, tenía expectativas al respecto aunque dejó entrever que no guardaba muchas esperanzas. Al menos así me pareció cuando le comenté que, por ser militar, a mí me generaba ciertos temores.

También hablamos de la orden Andrés Bello que recibió dos años antes, durante el gobierno de Caldera por su contribución en la creación de lazos entre España y Latinoamérica, de la cual quedó para la historia aquella hermosa fotografía del artista sentado en el piso de las escaleras del palacio de Miraflores a la espera del acto. Le pregunté qué pensaba de las críticas que algunos le hacían pues, siendo él tan de izquierda, aceptó un reconocimiento justamente de manos de Rafael Caldera, y dijo:

-Es que yo no lo recibí como un reconocimiento del presidente Caldera. Para mí fue un honor que me hizo el pueblo venezolano, no el gobierno de turno. Así lo tomé y no me importó de manos de quien vino porque para mí fue de manos de todos los venezolanos.

Al día siguiente, por insistencia de Mercedes y bajo mi protesta, pues me parecía peligroso, lo llevamos a almorzar a Santa Rosa de Agua. La cara que puso al empezar a recorrer las caminerías hechas con retazos de madera sobre el agua del Lago de Maracaibo fue poética y cuando llegamos al bohío donde comeríamos y ver todo el decorado rústico de esa edificación palafítica sobre las aguas del lago, se sentó y con absoluta satisfacción aseguró.

-¡Esto era lo que yo quería…!

Entonces entendí que Mercedes estaba en lo cierto al querer llevarlo allí y no a un restauran convencional.

Pedimos pescado frito, patacones con queso blanco, mojito de pescado y almorzamos probando un poco de todo mientras conversábamos y veíamos a los muchachos de Santa Rosa zambullirse en el agua para “pescar” las monedas que les tiraban. Fue entonces cuando sacamos las tumas que le habíamos conseguido. Tres, cada una diferente y se las dimos junto a un pequeño papel impreso con la historia de las piedras. Le explicamos que aquí los guajiros las rezan para ser utilizadas como protección y contra y le dije que tenía entendido que algunos gitanos en España también sabían cómo hacerlo.

No pudo disimular la alegría. Tomó las piedras, las observó sonriendo, con brillo y picardía en los ojos y comentó:

-Al llegar, encenderé mi puro, tomaré una copa de vino, le entregaré las piedras a mis mujeres y me sentaré a disfrutar viendo como se pelean por cuál será para cada una.

Llegó la hora de salir para el aeropuerto. Serrat va con su equipo en una van detrás de nosotros. Pasamos por el hotel a recoger las maletas y continuamos camino. Como estamos a tiempo, Cristian, que viene manejando la Daewoo conmigo, decide tomar las calles del centro para que Serrat tenga oportunidad de ver, aunque sea de pasada, el bullicioso mercado de Las Pulgas. Cuando estábamos ya, irremediablemente, metidos en el tráfico de la ciudad, comenzamos a recibir al celular llamadas desesperadas de María Gómez, la manager de Serrat en Venezuela.

Ella se encuentra ya en el aeropuerto, a punto de colapso. Hubo una confusión con la hora de salida del vuelo y resultó ser una hora antes de lo que se esperaba. Ya todos los pasajeros estaban embarcando y nosotros aún estábamos atascados en el centro.

Apretamos el acelerador. Serrat logró ver Las Pulgas de pasadita. Apurados llegamos a la terminal aérea. Serrat se despide de nosotros desde lejos, por señas, mientras corría hacia adentro pues el vuelo está detenido en la pista solamente esperando por él.

El avión despega. Nuestro stress baja. Finalmente, logramos que Serrat se llevara un buen recuerdo de Maracaibo. O mejor dicho, tal vez para él no haya sido más que una parada más en una gira de conciertos como tantas otras en tantas otras ciudades, pero a nosotros sí nos quedaron hermosos recuerdos.

Memorias que hoy renacieron cuando abrí el correo y recibí un e-mail de Mercedes Vázquez desde España que decía: “Deuda de fotos” y al abrirlo me encontré con la sorpresa de que contenía, en archivos adjuntos, las fotos que tomé con su cámara, 13 años atrás y que no había tenido el placer de ver.

Al mirar las imágenes, mi mente que a veces no parece conocer de tiempo transcurrido, volvió a repasar mis años de infancia y los recuerdos del encuentro con Serrat, recuerdos que, como su música, permanecen imborrables, como imborrable está en nuestra mente su promesa de que, en una próxima visita a Maracaibo, nos cantará “Penélope”.

Acerca de Blog de Golcar

Comunicador Social, nacido en Mérida, Venezuela. Actualmente, vivo en Maracaibo y tengo una tienda de mascotas.

Un comentario »

  1. Pablo Echeverria

    Esta genial el relato , es inolvidable

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  2. Juan Echeverria

    Esas son historias que uno recuerda para toda la vida.

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  3. Golcar, tal como te escribí en el foro aquí estoy y he leído tu relato.
    Que recuerdos tan hermosos, y me has hecho recordar viejos tiempos….seguramente como tus hermanas estaba yo dando vuelta y vuelta al primer disco de Serrat que llego a mis manos por casualidad, enloqueciendo a los demás integrantes de la familia!!
    Así continuó mi vida, con Serrat siempre y para siempre…he ido a todos sus conciertos y al finalizar ya comienzo a esperar el próximo!
    Lamentablemente no vino con El hijo de la Luz y de la Sombra, y al parecer no vendrá con la Orquesta del Titanic y yo continuo esperandolo…..

    Que bueno es saber que una vez anduvo por esos lugares, que le gustó, y las fotos son estupendas!

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  4. ¿Comunicador social?¿Tienda de mascotas? ¿Conoces a Alex Méndez?

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  5. Qué lindo relato, me encantó la narrativa tiene su emoción y nostalgia en el recuerdo…
    mira soy administrador de un grupo serratiano, y me gustaría saber si puedo compartir tu relato, o parte de el, o alguna imágen en tu nombre en mi grupo,
    gracias por tu respuesta, realmente me gustó felicitaciones !

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  6. Excelente relato, chamin; como todo a lo que nos tienes gratamente acostumbrados. Me rei con tus relatos del principio sobre Serrat en tu casa a toda hora. Me encanta todo lo que escribes, porque tienes una manera unica de dibujar las situaciones que es muy dificil no visitarlas con tus palabras solamente. Gracias por todas las cosas buenas que nos das por estas redes. Me imagino que estas compilando todos tus blogs para publicarlos en un libro!!.

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    • Honor que me haces, Ana, no solo al leer sino al comentar. Ojalá, algún día tenga material suficiente y una buena propuesta editorial para recoger en un volumen los textos más destacados de este blog. Que los ángeles digan amén.

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  7. Francisco Meriño

    Maracaibo tiene ese encanto que la gente cuando la descubre no la quiere dejar….

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  8. Zoleiva Rojas de Santos

    Ya no estamos tan jóvenes pero todavía nos desganitamos con Serrat,yo cuando lo oigo lo acompañó, no solo recuerdo mi juventud sino que revivo los mejores momentos de recién casada y de madre casi niña.
    Golcar bellisimo tu escrito y como dice Lala sigue escribiendo para seguir reviviendo, gracias y besos

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  9. Moreida Rojas

    Anoche como a las 12 cuando me llego la notificación por el BB de este bello relato, como todos, y lleno de grata nostalgia, lo leí en el celular, pero ahora lo releo en la computadora y te lo comento porque por el BB es un fastidio. Me hiciste recordar que yo vi a Serrat aquí en Mérida, en sus comienzos (no sería tanto comienzos, sino que aquí no era muy promocionado), vino a un concierto para recabar fondos para los bomberos universitarios que los estaban fundando. Es la única vez en mi vida que he presenciado un concierto en la plaza de toros y fue a las 10 de la mañana de un día domingo, creo que Serrat tendría como 24 0 25 años, te podrás imaginar que el aforo fue pobrísimo. Además de recordar cuando estábamos chamos y vivíamos todos sen nuestra linda casita de La Parroquia.

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    • Tu experiencia en particular resulta entrañable, pues haberlo visto así probablemente ha traído como consecuencia que se te clave muy profundo en tu corazón y tu nostalgia. No hay nada mejor que eso, porque no se borra nunca.

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  10. Confieso la cochina envidia leyendo este hermoso relato. Cada vez que leo lo que escribes me maravilla la sencillez y como traes recuerdos a mi mente de cosas vividas y el hecho que sea Serrat por quien fui capaz de ir a Sábado Sensacional con tal de verlo, que te puedo decir.
    Gracias por recordarnos esas pequeñas cosas.

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    • Uy, María Elena, eso sí es amor de fan. ¿Sábado Sensacional? Mi mamá diría «¡Vaya pa´la mierda!» Jajajaja La verdad, Serrat es capaz de producir esos fenómenos y hacer que la gente haga esos sacrificios. Gracias a tí por leer y tomarte el tiempo para comentar.

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      • Jesús Valente

        Ay, mijo, yo una vez «me boté» para el Poliedro a la entrega de un Meridiano de Or, o algo así, solamente para ver a Celia Cruz… 🙂

  11. Sí, es una linda crónica. Yo estuve en ese concierto y es el mejor concierto al que he ido en mi vida. Por cierto que nunca me ha gusta do mucho Penélope, y ahora veo, gracias a Marco Tulio, que por las mismas razones que él. Particularmente la letra me resulta muy mala.

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    • A mi sí me gusta Penélope, la versión de Sabina me encanta, aunque no es de las mejores de Serrat, siempre me gustó la forma de hacer contemporáneo el relato griego. Un abrazo Juan.

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  12. Golcar, qué estupenda crónica. Me ha llegado muy cerca, porque me ocurre con Serrat que basta con oír su voz, así sea cantando un reguetón, y me emociono. Nunca lo he visto en persona, y mira que lo he tenido cerca aquí y allá. Pero te aviso que Maracaibo se quedará esperando como Penélope. No le gusta cantarla. La recuerda como una concesión a lo comercial o vete a saber, lo mismo que jamás cantará en castellano Paraules d’amor. Menos mal que tenemos la versión de la gran Soledad Bravo. Este texto me ha dado hambre, nostalgia y ganas de ir a fotografiar Santa Rosa de Agua. Gracias.

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    • Si vuelve y no canta Penéñope conozco unos cuantos que serán capaces de llevarlo al Santa Rosa pero para lanzarlo al lago jaja. La Verdad es que Paraules suena tan bello en catalán que ni falta haría en castellano, lo de Soledad es un plus y las versiones que hay con Ana Belén y en las que se combinan los dos idiomas son fascinantes.

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    • Por cierto, si vienes para ir a Santa Rosa a tomar fotos, con este no cuentes. Ahora es zona roja y roja-rojita.

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  13. Lala de Balestrini

    Ahhhhh y ojalá pueda ver su sueño hecho realidad de oir a Serrat cantando Penélope en Maracaibo, que Diosito le dé ese gusto

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  14. Lala de Balestrini

    Un relato muy lindo de su experiencia con Serrat, la verdad que usted entre escribidera y escribidera nos está mostrando a todas las hermanas al mundo tal cual somos no se le ha escapado nadita de nada, pero es muy bueno recordar de esta forma la vida que vivimos todos en nuestra casa materna desde que nacimos hasta que…………..y además narrada con esa mezcla de alegría-melancolía que nos hace vibrar con cada uno de sus relatos, vamos a ver que mas nos tocará leer sobre nuestras vivencias en la famila a través de los años, siga recordando que nosotros seguiremos esperando para rememorar también.

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