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Yo vivo una patria nueva

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Yo si es verdad que les puedo decir, con toda propiedad, que vivo en una patria nueva. A veces he llegado incluso a sentirme el digno representante del hombre nuevo que siempre he escuchado que proclaman desde el socialismo cubano y que ahora parece imponerse en Venezuela.

Si me permiten, les voy a contar cómo, desde hace unos 6 meses para acá, mi vida cambió de tal forma que les aseguro que estoy en una patria nueva.

Me llamo Malaxilandro Pérez, menos mal que no es Montiel porque todos pensarían que soy de Maracaibo en lugar de venir del oriente del país, de las orillas del Orinoco.

Hace poco más de seis meses, estaba yo, como era habitual, rascándome las güevas en mi casa, viendo Supersábado Sensacional, sin preocuparme mucho de qué día era pues, desde que me quedé sin trabajo fijo, me daba igual si era martes o domingo. Tampoco es que hubiera durado mucho en ningún empleo, pero ahora estaba directamente sin saber ni tener idea de qué hacer con mi vida.

Hubo un tiempo en que no tenía trabajo pero, de vez en cuando, me llamaban para matar un tigre o hacer una marañita. De repente, me llamaba Roberto para que le echara una mano con la instalación de un aire acondicionado, o Germán para salir a pegar publicidad en la calle o instalar avisos luminosos en los comercios, pero cada vez se hacían más esporádicos esos trabajitos.

Ese sábado, sonó el teléfono y, cuando lo escuché, pensé: “¡Coño, mañana vence la renta y no tengo medio para meterle saldo a esta mierda!”. Vi la pantalla y, al ver que era Roberto, me alegré. Hacía mucho que no me llamaba y me entró un respiro al pensar que me buscaba para una maraña.

-¿Qué hubo, Malax? ¿Qué estás haciendo, chamo?

-Aquí mijo, rascándome las bolas y viendo tele.

-Coño, marico, pero me refiero en la vida. ¿Estás trabajando?

-No chamo, nada que ver. Y en una peladera arrecha así que si tienes algo por ahí, una maraña de las tuyas, suéltalo que estoy en el ladre.

-Verga. Pana, me llamó un coño de Barinas. Es un panita que está trabajando allá en una planta generadora de electricidad que están instalando y me ofreció 8 mil bolos mensuales trabajando de electricista. A mí no me sirve. No voy a dejar mi negocio por un trabajo de 8 palos al mes; pero si tú estás pelando…

-¡Marico, pero yo de electricidad no sé un coño. Ni unas pinzas sé agarrar!

-No hay rollo, el tipo me dijo que lo que necesita es alguien que ocupe el puesto. Verga, anda a ver y prueba, ¡quién quita!

Y así fue como a la semana, me encontraba en el terminal de Ciudad Bolívar, con 600 bolos que me prestó Roberto, un morral con dos pantalones, cuatro camisas, seis interiores, seis pares de medias y el cepillo de dientes, sentado en el autobús que a las ocho de la noche arrancaría para Caracas y de allí, tomaría el otro para Barinas. Al encuentro de mi nueva vida.

Una entrevista ahí, medio pendeja, para cubrir las apariencias y de una vez me contrataron. Nada de pruebas ni de curso de inducción o entrenamiento. Empecé por hacer el tendido de cables, sin tener ni la más puta idea de lo que debía hacer y dejando el pellejo en los malditos cables. Pero ¡qué importaba si al mes ya tenía mis 8 mil bolos en la cuenta?

A los pocos días de estar en la planta, empecé a hacerme pana de todos. No es por nada, pero mal parecido no soy y Dios me dio un excelente sentido del humor con el que me meto a todo el mundo en el bolsillo. Así que a los dos meses ya parecía reina de pueblo al salir. Todo el mundo me saludaba al pasar.

De la construcción de la planta están encargados un montón de gringos que trajeron especialmente para ese trabajo. Cuando llegué, me asombré porque el presidente habla tanta paja contra los yanquis, que lo menos que me imaginaba era encontrar tanto gringo pululando. En realidad, ellos son los que hacen el trabajo importante, son más de cien, creo yo, y ellos son los que de verdad saben su vaina.

Como a mí la política siempre me ha importado un carajo, ni siquiera he votado nunca, me da igual que sean gringos, rusos, chinos o cubanos. Yo me la llevo bien con todos y los gringos me adoran porque consigo coñitas y se las “picho”. Son unos culiones esos desgraciados.

Pero mi verdadero golpe de suerte fue cuando conocí a la hermana de uno de los chivos que más mean en la planta. Una coña explotada de buena, con sus teticas duritas, paraítas, recién puestas y forrada en billete. A los quince días de conocerla ya me la estaba “machucando”.

¡Qué empepe el de la caraja conmigo!

Al mes de estar saliendo, ya me estaba recomendando con su hermano. Y, al mes y medio, me nombraron supervisor. Se acabó la jaladera de cable y las manos despellejadas y en carne viva. Desde ese momento, nada de grasa ni trabajo duro o sucio. Una braga siempre impecable, un casco de seguridad y solo echar el ojo por aquí y por allá.

Fue así como me di cuenta que con lo que se está gastando en la construcción de la planta, en realidad, se podrían levantar tres plantas iguales. Si se necesitan 100 rollos de cable, compran 300 porque 200 se los roban y los venden por fuera. Por allí encontré un maletín con un montón de aparatos que cuestan cada uno 20 mil bolos, unos 100 bichos de esos, escondiditos, listos y esperando la oportunidad para sacarlos.

En estos días, que me conseguí al güevón del Golcar en la Unellez, le conté mi nueva historia. Tenía años que no lo veía pero sigue siendo el mismo bolsas de siempre.

-¡Caramba, Malax, te ves muy bien! Nada que ver con el pelabolas de siempre.

Entonces le conté todo lo que me había pasado en los últimos meses. El trabajo en la planta, la coñita hermana del jefe con propiedades y plata que me estoy machucando y todas las vainas que he visto en el trabajo
.
-Chamo, ten cuidado que los pendejos son los que terminan pagando las consecuencias.

-Tranquilo que yo miro, me callo la jeta y no firmo nada.

-Por eso es que este país está como está, Malax. ¡Qué vaina con esta “revolución”! … ¿Y si esos gringos son de la CIA para que hagan mal esa vaina y a los cuatro meses explote?

-Jajajajaja estás viendo muchas pelis, panita. Jajajaja . Bueno, chamo, yo lo que sé es que a mí me cambió la vida. Por eso, si me dicen que tengo que votar por el comandante, pues voy y voto. Total, yo no me la voy a tirar de salvador de la patria…

-Solo te digo que te cuides…

-Tranquilo. Pareces mi vieja. Yo no me estoy metiendo en peos, no me robo nada y no me meto con nadie. Lo que no me da el trabajo, me lo da la coñita. Yo sí es verdad que estoy viviendo una patria nueva, Golcar. Es más, si no te pones muy Popy y quisquilloso, hasta te invito para mi matrimonio. ¡Chamo, me caso el año que viene!

Acerca de Blog de Golcar

Comunicador Social, nacido en Mérida, Venezuela. Actualmente, vivo en Maracaibo y tengo una tienda de mascotas.

Un comentario »

  1. Lala de Balestrini

    Yo aqui me quedo callaíiiita porque estoy al borde con la política y no quiero saber nada de nada de esa vaina. Y si eso era lo que querían pues ahí está ahí lo tienen y ahora que no se quejen pòrque para eso votaron para que esto se lo termine de llevar quien lo trajo.

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  2. Moreida Rojas de Delgado

    Que tristeza, pero eso que lo que tenemos. No da ni para comentar nada, porque aunque parezca un cuento es la pura realidad de este pobre país

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